Universidad de Málaga

Málaga 1963. Avenida del Dr. Marañón

Málaga 1963. Avenida del Dr. Marañón

He sido testigo de la transformación que a través del tiempo se ha ido produciendo en este lugar de la ciudad donde transcurrió mi infancia. Este lugar fue ocupado por tres fincas llamadas Huerta Ortega, Huerta Godino y Huerta de Don Francisco dedicadas a la explotación agrícola. Estaban separadas entre ellas por muros de piedra y barro que a la vez formaban unos carriles de servidumbre y que confluían en uno solo que llegaba hasta el Arroyo de los Ángeles, desde donde esta fotografía está tomada.

A principios de los años 50 del pasado siglo se inicia por parte de la Diputación Provincial, que en aquel tiempo tenía su sede en calle Beatas, la construcción en los terrenos de la Huerta Ortega de un grupo de viviendas protegidas para sus trabajadores, finalizando la primera fase y haciendo entrega de las mismas en el año 1958. Las viviendas de la segunda fase
–viviendas que están en el primer plano a la izquierda– se entregaron a los trabajadores del Hospital Civil Provincial en el año 1961.

El Instituto de Enseñanza Media Nuestra Señora de la Victoria se construyó en el año 1962 y la fábrica de teléfonos Citesa sobre el año 1966. En la fotografía podemos apreciar la fábrica prácticamente terminada. El espacio que contemplamos entre las viviendas y la fábrica es hoy la Avenida Doctor Marañón. Esta avenida, en la actualidad muy transitada, en aquel tiempo del año 1963 era el lugar de esparcimiento de los niños del barrio donde realizábamos nuestros juegos y travesuras: con cuatro piedras y un poco de cal instalábamos nuestro gran campo de fútbol, las niñas trazaban en el suelo el juego del guiso o raya y en los charcos peleábamos grandes batallas navales. El único peligro que nos acechaba era el paso de unos carros tirados por mulas de los campesinos de aquellas huertas lindantes y el de un pobre hombre mayor que pasaba todos los días sobre las seis de la tarde con un borriquillo a paso muy lento cargado hasta los topes de perejil y yerbabuena recién cogidos y a su paso iba perfumando la calle. Los niños nos apartábamos para dejarlo pasar mientras le cantábamos con inocente maldad por nuestra parte y considerable enojo por la suya la sintonía de una película del oeste –Bronco Ley– que habíamos visto en una incipiente televisión en blanco y negro.

 

 

Manuel Muñoz 

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