Los tristes sucesos de la Guerra Civil hicieron mella como pocos en el patrimonio material y humano de las cofradías malagueñas, que tardaron décadas en recuperar el esplendor que alcanzaron en los años veinte del pasado siglo. La imaginativa cofrade propició que las flores amontonadas hicieran las veces de tronos, palios y mantos. Poco a poco se fue recuperando el acervo procesionista en un proceso que duró hasta bien avanzada la segunda mitad del XX. Prueba de ello fue la Semana Santa del año 1963, que tuvo como uno de sus principales estrenos la realización del conjunto del soldado Longinos con la lanza, montado a caballo, guiado por un sayón, para completar el grupo escultórico de la Archicofradía de la Sangre. El entonces hermano mayor, Guillermo Ortega, encargó las figuras al escultor local Pedro Pérez Hidalgo, que ya había realizado el nuevo trono para el Cristo. La recuperación de esta popular figura ecuestre para la Sangre no estuvo exenta de polémica a raíz de un artículo periodístico que criticó el enorme trasero del equino, comparándolo con un caballo de feria, según recuerdan los más antiguos de la archicofradía. Ello motivó el cruce de varios escritos entre el periodista y el hermano mayor, hasta que la polémica terminó por diluirse. Años más tarde, el tallista local Rafael Ruiz Liébana aligeró los kilos del famoso caballo, cuya madera fue traída desde Rusia por el constructor Francisco Pastor.
Jesús Hinojosa